Una Pandemia Recorre Europa
Hablar de carencia de vitamina D es destapar la tinaja que Zeuz obsequió como regalo de boda a Pandora de la que luego saldrían esparcidos todos los males al mundo. La lista de patologías asociadas a este déficit es inmensa y arrastra en su voraz cauce a niños y adultos de toda Europa. Existen miles (diga miles porque son miles) de publicaciones en PUBMED que muestran datos epidemiológicos escandalosos, y que señalan una relación directa entre bajos índices de Vitamina D y varias patologías autoinmunes, alérgicas, neurológicas, metabólicas, cognitivas, en embarazo, patologías óseas e incluso con el riesgo de algunos tipos de cáncer.
Esta pandemia silenciosa viene asechando a nuestra población desde hace algunos años y muestra una fuerte tendencia al aumento. En España el 87 % de las personas mayores de 64 años sufren carencia de vitamina D, así lo señala el informe de 2013 de Osakidetza, servicio público de salud vasco, (entendiendo déficit menor a 25 ng/ml – INFAC volumen 20 N2 2012). Y esto no es lo más alarmante ya que no se trata de un factor que afecte solamente a adultos mayores, en otro estudio realizado en Madrid en el 2013 en población joven de 18 años y media deportistas y saludables se reporta un 75% de déficit de vitamina D (menor a 30ng/dl – Nivel, 2015).
No existe una causa única que nos ayude a entender el por qué de la carencia de vitamina D en la población. Sin embargo, existen algunos factores relacionados con el medio ambiente que podrían incidir en el desarrollo de esta condición, como por ejemplo una mayor contaminación del aire y una reducción de la radiación ultravioleta B (UVB) principalmente. También podría encontrarse la causa de este mal en el estilo de vida de las sociedades modernas, por la disminución de las actividades al aire libre y la ingesta insuficiente de alimentos ricos en vitamina D.
La carencia de Vitamina D aumenta el peligro de morir, por ello debemos suplementarnos con la dosis correcta según sea nuestro requerimiento, Así lo confirma un metaanálisis publicado en el PloS One 2017 llamado Vitamina D y mortalidad, en el que participaron 26.916 individuos europeos. El trabajo concluye que un nivel bajo de 25 (OH) D está asociado a un mayor riesgo de mortalidad por todas las causas, y lo más interesante de este estudio es que los niveles altos (no tóxicos) no se asocian ni con patología ni con muerte (Gaksch et al. 2017).
La deficiencia de vitamina D es un problema de salud pública, en el pasado quedaron las antiguas asociaciones exclusivas con osteoporosis y raquitismo, que se mantienen al día de hoy, sin embargo, quedarnos allí sería al menos irresponsable. Debemos señalar que está demostrado que la insuficiencia de vitamina D puede influir en el desarrollo de patologías crónicas como cáncer, enfermedad coronaria, enfermedades neurológicas, diabetes tipo II, enfermedades autoinmunes, depresión, varios trastornos inflamatorios y como hemos alertado ya, con un mayor riesgo de mortalidad por cualquier causa en la población general. Las estrategias de prevención para estos desórdenes sugieren la suplementación con vitamina D2 o vitamina D3 o sus análogos en dosis diarias requeridas y niveles tolerables de límite superior (Caccamo, Ricca, Currò, & Ientile, 2018).
La vitamina D también colabora en la formación ósea fisiológica, es decir, que tiene efectos en la reabsorción y aceleración en la formación de hueso. El transporte de calcio en sangre se realiza a través de la osteocalcina carboxilada, entre otros, éste proceso depende de vitamina K, pero es la vitamina D la encargada de mantener los niveles de calcio en sangre y sin duda niveles altos frenarían la acción de la hormona PTH, para que no salga el calcio del hueso (Van Ballegooijen, Pilz, Tomaschitz, Grübler, & Verheyen, 2017).
Atribulados como Pandora ante los males del mundo la esperanza también nos acompaña como sociedad. Evalúa el estatus de tu vitamina D, con estudios específicos que determinen la concentración de 25 (OH) en suero sanguíneo; adopta un estilo de vida activo en el que te expongas a la luz del sol por, al menos, veinte (20) minutos diariamente. La suplementación se hace imprescindible en latitudes donde la vida se desarrolla bajo techo, pero debe ser supervisada por un profesional para evitar riesgos de toxicidad, que aunque es muy rara, puede darse algún caso.
Referencias:
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Gaksch, M., Jorde, R., Grimnes, G., Joakimsen, R., Schirmer, H., Wilsgaard, T., … Pilz, S. (2017). Vitamin D and mortality: Individual participant data meta-analysis of standardized 25-hydroxyvitamin D in 26916 individuals from a European consortium. PLoS ONE, 12(2), 1–15. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0170791
INFAC volumen 20 N2 2012. (2012). Nfac 20. INFAC, (6), 19–25. Retrieved from http://www.osakidetza.euskadi.eus/contenidos/informacion/cevime_infac/es_cevime/adjuntos/INFAC_Vol_20_n_4_corregido.pdf
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